Las secuelas del acné: ¿qué tipos de cicatrices causa?
Como otras afecciones de la piel, el acné puede acarrear secuelas duraderas sin un tratamiento adecuado. Las cicatrices onduladas, hipertróficas o de picahielo dan testimonio de este trastorno durante la adolescencia y pueden acompañar al afectado en la adultez. Consultar a un dermatologo acné es indispensable para estudiar y tratar estas imperfecciones mediante la exfoliación por láser, la inyección de esteroides y otros tratamientos.
Las cicatrices de acné se forman cuando las fibras constituyentes de la dermis se debilitan en las zonas afectadas por la Cutibacterium acnes y otras bacterias responsables de este trastorno de la piel. En casos graves, la pérdida de colágeno y elastina puede ser irremediable, dando lugar a una piel deteriorada que jamás recupera su aspecto original.
Dependiendo de su color, profundidad y forma, las cicatrices del acné se dividen en dos grupos: las atróficas y las hipertróficas. A las primeras pertenecen las secuelas de picahielo, cicatrices que presentan un aspecto puntiforme, de dos milímetros de diámetro aproximadamente. Sus paredes se aproximan en la parte más baja, y suelen propagarse por los carrillos.
Mayor distribución presentan las cicatrices onduladas, de contornos indefinidos, menos profundas que las anteriores, aunque su proliferación en cúmulos confiere a la piel un aspecto irregular, como ondulado.
Cuando las secuelas del acné semejan agujeros de bordes definidos, los expertos en dermatología hablan de cicatrices de furgón. De medio milímetro de altura, estas señales abundan en sienes y mejillas y destacan por una mayor anchura que el resto.
Por su parte, las cicatrices queloides se diferencian del resto por su color rosado y picazón. Se distribuyen por el pecho, hombros y lóbulos de oreja, no siendo extraño encontrarlas en los carrillos. A diferencia de las atróficas, las cicatrices hipertróficas se forman por un exceso de colágeno. Su aspecto es más ancho, abultado y rosado.